Mi mejor amigo, que me acompaña toda la vida. Me habla, y si no le presto atención, a veces se enfada y me lo hace sentir. Entonces, a más tardar, deberÃa ocuparme urgentemente de él: de mi cuerpo. Mi cuerpo, la casa en la que vivo. Mi templo. Se merece lo mejor. Al fin y al cabo, me lleva por esta vida 24 horas al dÃa sin descanso durante muchos, muchos años.
A veces, cuando me aprovecho de mi mejor amigo, él puede decirme claramente lo que le disgusta. A veces no entiendo lo que quiere decirme. Pero puedo intentar escuchar con atención. No le gusta que le ignoren, entonces refunfuña más fuerte.
Esta mañana mi amigo se quejaba. Algo estaba mal. Los brazos, los hombros, no querÃan ir como yo querÃa. Las cosas mejoraron un poco después de mis suaves estiramientos mientras seguÃa en la cama, algo que aprendà de los gatos hace años. Nunca se levantarÃan de su percha sin activar los músculos.
Pero eso no fue suficiente. Mi cuerpo pedÃa el mar. Tengo la indescriptible suerte de poder ir a la playa nada más salir de casa.
La llave de la casa cuelga de la toalla que envuelve mis caderas.
A las 8 todavÃa estoy casi solo en la playa. Con cada paso de mis pies por la ya cálida arena sube mi barómetro de buen humor. Porque incluso eso fue bastante mediocre esta mañana. Me resulta difÃcil aceptar la restricción fÃsica con calma. Me dirijo a mi lugar favorito, donde el fondo vuelve a subir después de un punto inicialmente profundo. Los dibujos ondulados de la arena clara brillan delicadamente a través del agua cristalina, en cuyo color puedo perderme por completo.
Me sumerjo, completamente. El cuerpo en el agua, sin sumergir la cabeza - es inimaginable para mÃ. Abro los ojos bajo el agua, azul turquesa. Turquesa, con el suave tono arenoso de fondo. Una creación divina.
Mi cuerpo está mucho más relajado que antes. Mi estado de ánimo también ha cambiado significativamente. Asà que salgo del agua y hago el camino de vuelta.
Hay un pequeño grupo de jóvenes saltando en la playa aún casi vacÃa. Dos de las mujeres gritan al tocar el agua con los pies. Puedo sentir su alegrÃa por estar junto al mar, ¡deben haberla echado tanto de menos! Les deseo unos magnÃficos buenos dÃas y entablamos conversación: sÃ, acaban de llegar y están contentos de estar por fin de vacaciones después de mucho tiempo.
Una hora antes estaba en un estado de tensión, ahora me siento relajado de nuevo, equilibrado y mi copa está llena. Lleno de la energÃa de la tierra que recibà al caminar descalzo, de los colores y la frescura del mar y de la alegrÃa de la gente.
Y al principio fue mi decisión, que fue la respuesta a la pregunta:
¿Qué es lo que mi cuerpo y mi alma necesitan ahora?
De todo corazón, Heike